Queso mascarpone hecho en casa

Casi todos conocemos el famoso queso mascarpone. Se ha hecho muy popular gracias a ser uno de los ingredientes principales del ubicuo tiramisú. Pues bien, os diré que es bastante fácil de hacer. Sus ingredientes básicos son nata de leche de vaca y limón. En definitiva, que es grasa pura. Por eso estará tan bueno. Este lote de queso lo preparé en concreto con la intención de usarlo en la tarta del post anterior, pero en el último momento me acobardé y usé mascarpone industrial. Por si acaso pasaba algo. ¿Pero qué algo podía pasar? No lo sé, pero me entró la maldita inseguridad. Pero no penéis, al final le encontré un buen uso...


Que desvelaré en el siguiente post. Continuará.

Y por cierto, que aprovecho para mandarle este queso a Ben, del blog What's Cooking, que es el anfitrión del reto mensual Hecho en casa, que este mes trataba de quesos. Me ha encantado hacer este queso.

Mascarpone casero, receta de Baking Obsession

• 500 ml de nata líquida, a poder ser no UHT, mínimo 36% grasa
  
• 1 cucharada de zumo de limón

Nota: En mi pueblo es imposible encontrar nata no UHT y tampoco la encuentro con tanto contenido en grasa. Yo usé nata líquida corriente de 34% de grasa y funcionó. Supongo que con nata de mejor calidad y más concentrada tardará menos en cuajar el queso y seguro que está más rico, pero certifico que se puede hacer con nata corrientita.

1. En la Thermomix 21, se pone la mariposa y se calienta la nata a 90 ºC, unos 6-7 minutos a velocidad 1 1/2. Mejor comprobar con un termómetro que se ha alcanzado esa temperatura. Si no téneis Thermomix, pues al baño maría.
2. Cuando la nata está a la temperatura indicada, se añade el limón. Se vuelven a programar por lo menos 5 minutos a la misma temperatura y velocidad, y se vigila la evolución. Se aprecia que se espesa algo, pero en el caso de mi nata (que tenía algo menos de grasa que lo indicado), me costó percibirlo. Así que al final creo que lo tuve ahí dando vueltas por lo menos 10 minutos y además le añadí algunas gotas más de limón, por si acaso mi nata necesitaba una actuación más convincente.
3. Al cabo de ese tiempo, se pone una gasa tupida (yo usé una sábana vieja finita) sobre un colador grande colocado en una ensaladera o cuenco grande. Se vuelca la nata cuajada sin tocarla, ni apretar su superficie. Veréis que sigue sospechosamente fluida, pero no desesperéis, porque acaba espesando con el tiempo.




4. Una vez fría la cuajada, se envuelve en plástico todo el tinglado y se mete al frigo toda la noche, para que suelte algo más de líquido (aunque realmente suelta muy poquito).
5. Al día siguiente está bastante sólido, pero debo decir que en mi caso, tardó otro día más en solidificar por completo. Se vuelca la cuajada de la tela a un recipiente hermético y, si está poco consistente, lo dejáis un día más en el frigo sin tocarlo. Y ya tenéis un mascarpone delicioso, cremosísimo y suave.

Es una pena que casi nadie tenga acceso hoy día a nata de verdad, no obtenida de manera industrial. Al menos yo en mi zona no la encuentro. Snif. Abajo la industrialización. Los que tengáis el privilegio de tenerla a mano, no dudéis en probar esta receta. Os encantará.