De modo que me dije, ya que el queso ha sido un fracaso relativo, es el momento de triunfar ahora con este pan fastuoso. Os transcribo la receta por si a alguien le interesa este exótico pan:
Pan de suero de Dan Lepard
- 1 1/2 cucharaditas de levadura fresca
- 300 g del famoso suero
- 50 g de miel
- 500 g de harina de fuerza
- 1 1/4 cucharaditas de sal
- 50 g de mantequilla ablandada
Mientras tanto se mezclan la mantequilla y la harina con los dedos, hasta conseguir una mezcla arenosa. Tras el reposo de 30 minutos se junta la mezcla de levadura con la de harina y mantequilla y se amasa. Esto se puede hacer como más le guste a uno, a manopla, según el método del propio Lepard de amasados cortos y reposos, o con maquinita ad hoc, como es mi caso, que tengo un codo averiado y no puedo hacer grandes alardes de amasado.
Una vez que la masita muestra signos de haber empezado a levar, se forma una bola con ella y se pone sobre un trapo enharinado con la unión hacia arriba. Se deja reposar tapadita durante una hora. Después se hornea a 220 ºC durante unos 50 minutos.
Bien... yo seguí esta receta, más o menos, porque soy incapaz de hacer las cosas igual que me indican, debo de ser muy díscola. Con mi masa hice dos torpedos que levaron muy bonitamente en una hora y media, los metí al horno y esperé su salida con gran expectación. La corteza era muy blanda, por lo que igual se socarraron un poquito por fuera para conseguir algo un poco crujiente, pero me consoló ver que en la foto de Dan Lepard su pan tenía el mismo aspecto tostadito por fuera. Os pongo la foto para que veáis el aspecto de mi pan. Tenía alvéolos pequeñitos, pero estaba esponjoso.
Pues bien... no podía esperar a que se enfriase el puñetero pan sobre su rejillita, la impaciencia me corroía, a pesar de que el olor me estaba pareciendo levemente... er... repugnante... y por fin, al cabo de un buen rato, con los nervios ya de punta, me atreví a cortarle un piquito y lo probé... y bueno... no sé... la culpa no era del pan, pobre... probablemente era mía, que soy muy especialita... pero... no me gustaba nada de nada. Tenía el mismo aroma a animal y queso del suero de marras, demasiado montuno para mí. Así que me encontraba con dos panes como dos zeppelines que no me apetecía usar ni siquiera para picatostes... uno de ellos era para regalar en cualquier caso, de modo que decidí pasárselo a mi cuñada Alicia y esperar su reacción o que me retirase la palabra, ays. Al otro decidí concederle toda la tarde para que reflexionase y recapacitase, a ver si se asentaba o si yo sufría una mutación mientras.
Pero no muté, así que confieso mi crimen: me deshice de él. Tan convencida estaba de que mi cuñada no me volvería a hablar, que ni siquiera le pregunté qué le había parecido. Pero la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida y cuando llegó a su casa esa noche, a las once y pico, y halló el pan colgado anónimamente en una bolsa de su verja (así siempre podría fingir ignorar su procedencia si no le gustaba), devoró casi media barra en tiempo récord, preguntándose de dónde le vendría ese sabor tan rico...
Hola, estooooo, que soy la "criatura" (todavía estoy tratando de buscar el tono con el que lo escribiste, para saber si mosquearme o no) :-)
ResponderEliminarEs increible, a mi el queso me decepcionó bastante, pero el pan me encantó, no sabía para nada montuno. No se, quizá fuese tu leche de partida. Por cierto, para mi que el pan te quedó precioso, aunque no te gustase.
Un saludo
Hola, criatura! No te mosquees, yo llamo criatura a todo el mundo! Sigo vuestro blog de Madrid tiene miga, es un pozo de sabiduría panadera. Gracias por visitarme!
ResponderEliminarM.
jajajajajajaja! pero que valiente que eres! En menudo fregaó te metiste! jajajajaja! Me parto.
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