Yo las llamo rosquillas, aunque en el libro de Dan Lepard de donde proceden, "Hornear pan, pastas y pasteles", extraña traducción de "Baking with passion", hornear con pasión literalmente, las han llamado donuts (me pregunto si lo de hornear con pasión les sonaría a los editores demasiado cercano al porno culinario, pues le va que ni pintado al despliegue de calorías de las recetas, son ardientes de verdad). Ignoro cuál es el nombre de la receta en el original inglés, dada la exactitud de las traducciones de libros de cocina que pillo últimamente igual es una fricassé de pollo y yo sin enterarme. Bueno, estos tienen pinta de donuts sin duda, pero se trata de una receta de masa tradicional tipo buñueloso como hay miles en toda Europa, y el resultado final se parece mucho a algunas rosquillas que yo he tomado en España. No es una receta díficil, pero hay que tener en cuenta que los tres levados llevan tiempo, mejor hacerla un día que vayamos a estar en casa. Para una merienda de amigos con niños, pensé que era algo atractivo y además sin conservantes ni colorantes, perfecto para impresionar a las otras mamás y sin embargo amigas. Por cierto, recomiendo encarecidamente el libro citado a pesar de la traducción rarita, de todos los libros de cocina que tengo es de los que mayor porcentaje de recetas he hecho, y todas han salido bien. Para muestra de la traducción "rarita", un botón: dice que el agua a 20 ºC es agua caliente... será en Laponia. La receta es la siguiente:
Rosquillas adaptadas de Dan Lepard
- 1 sobre de levadura de panadería de acción rápida
- 175 ml de leche templada, a unos 20 ºC
- 170 g de harina normal
- 280 g de harina de fuerza
- 1 cucharadita de sal Maldon (se siente, yo le añadí sal rosa del Himalaya)
- 85 g de mantequilla a punto de pomada
- 2 huevos batidos
- Ralladura de limón
- 1 cucharadita de canela
- Aceite de girasol
Una vez mezclado todo, se amasa como uno más guste o pueda, a mano o con máquina, hasta obtener una masa homogénea y elástica. Se hace entonces una bola, se unta una ensaladera con aceite y se pone la bola tapada con un plástico. La dejamos levar hasta doblar de tamaño.
Cuando ya ha levado la ponemos en la encimera y la extendemos. Hay que cortar 20 piezas, más o menos iguales (el encanto de lo artesanal...). Con cada pieza se hace una bola, los que hayáis hecho croquetas de arena en la playa no tendréis dificultades. Estas bolitas se pueden agujerear metiendo el dedo por el centro para hacer rosquillas o donuts, o se pueden dejar un poco aplastaditas tal cual para que queden parecidas a berlinesas (esto lo tengo que probar un día y rellenarlas de crema...). El agujerito para las rosquillas debe tener un diámetro de unos 2 cm y deben quedar más bien finitas, porque crecen bastante.
Se van poniendo en una superficie enharinada con la forma que más nos apetezca, se cubren con un paño y se espera a que leven otra vez unos 40-50 minutos. Yo los tuve más tiempo, aunque me dió la sensación de que debido al ambiente seco de la altiplanicie central donde moro se resecó un pelín la parte superior, igual debía de haberles humedecido el paño. Este clima es bien distinto del de la húmeda y pérfida Albión de donde procede la receta... Eso no fue obstáculo para que levaran otro tramo más al freírlos. Pues eso, una vez que se les ve suficientemente levados, se fríen de dos en dos en una sartén con un par de centímetros de aceite de girasol, que ya sabéis que se recomienda para freír dulces al ser más insípido que el de oliva. Hay que tener tiento con el aceite, no debe estar muy caliente, porque se arrebatan con rapidez, así que no los hagáis mientras hacéis otra cosa e id probando con la temperatura... ¡concentración! Se fríen unos 2 minutos por una cara y otro minuto por la otra. La receta dice que se dejen en papel absorbente y luego se pasen por el azúcar. Yo me salté el paso del papel absorbente, no me parece que absorban mucho aceite, así que los pasé directamente por el azúcar (fructosa puse en mi caso, para que el michelín fuera de 4 cm en lugar de 5 cm) porque así lo cogen mejor... Se pueden dejar de un día para otro en una bolsa de plástico, pero francamente están mucho más ricos recién hechos. Y están riquísimos de verdad, salen muy esponjosos, a los niños les encantaron y los que no se comieron ellos, se los zamparon los adultos en un ejercicio de responsabilidad... no se iban a quedar ahí, qué desperdicio, hombre.
¡Hola!
ResponderEliminarDespués de leerme todo tu blog, doy la cara.
Veo que vas mejorando con las fotos mensaje a mensaje y te lo agradezco porque soy una fanática de los foodblogs. Por otro lado, escribes con mucho arte (me parto, pa entendernos) así que seguiré tus andanzas. Estás ya en mi favoritos (esto suena pelín amenazador, pero qué va, no es mi estilo).
Saludos desde Gran Canaria
Por cierto, las rosquillas tienen una pinta ALUCINANTE.
Saludos, doña Guru. No me digas esto de los favoritos, que la responsabilidad no me va a dejar dormir por las noches, que yo soy muy sensible pá eso... ;-). Pues muchas gracias, primero por el comentario positivo y segundo por favoritearme... ¡yupiiiii!
ResponderEliminarMiriam el domingo comemos en vuestra casa, esas rosquillas de postre no estarian mal :P
ResponderEliminarLa verdad es que tu blog es encantador, congratulations :D
Hola Miriam:
ResponderEliminarBlog: Cuina per llaminers: buscar Rosquilles de l'Antònia.
ya està¡ y ya dirás que te parecen:))
Tienen una pinta riquisima estas rosquillas, más que de postre para una merienda o desayuno, gracias por la receta!
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