Las croquetas de la abuela Libia

Me gusta comparar de vez en cuando los distintos modos de elaborar recetas tradicionalísimas. Y pocos platos hay tan sumamente tradicionales como las croquetas. Por ello precisamente, se encuentra uno con más variaciones de las que pensaba. Aún recuerdo el shock que sufrí la primera vez que cociné tortilla de patata fuera de mi casa, con una amiga. Cuando la vi cortar las patatas en pequeños cuadritos en lugar de en láminas, como se había hecho toda la vida en los hogares de bien, a punto estuve de tirarme a su cuello... ¡anatema! Más adelante, después de ver un poco más de mundo, aprendí que hay muchas buenas formas de preparar un platillo, tantas casi como familias. Y puede que haya alguna que incluso sea mejor que la que yo conozco. Pero mi forma de preparar las croquetas es, por supuesto, la de mi madre. Y ella la aprendió de mi abuela. No sé si será mejor o peor, pero os aseguro que están deliciosas y a mis hijos les encantan.


Como yo no suelo hacer croquetas en mi casa, sino que me las regala mi madre amablemente, tampoco hasta ahora estaba yo muy ducha en esto. Anteriormente las había preparado alguna vez con Thermomix, pero la verdad, no me gustaron mucho. Para mi gusto quedaba la masa excesivamente fluida, nosotros las preferimos más recias, que no se puedan desmembrar en la freidora de ninguna de las maneras. Así que le pedí a mi madre que se pasara un día por mi casa a preparar la masa. Y aquí está.

Croquetas caseras de la abuela Libia
Salen entre 36 y 40 croquetas, pero depende del tamaño

• 8 cucharadas de harina de repostería
  
• 2 cucharadas de aceite
• 2 cucharadas de mantequilla
• 1 litro de leche
• 200 g de atún en aceite u otro relleno de vuestro gusto (aproximadamente)
  
• 2 o 3 pellizcos de nuez moscada
  
• Sal al gusto
  

Se derrite la mantequilla con el aceite en una sartén grande. Se añade la harina y se retuesta mientras absorbe la grasa, para quitarle el sabor a crudo. Se van aplastando los mazacotes con el dorso de una cuchara de madera, hasta que queda una mezcla arenosa. A los cinco minutos más o menos se añade la mitad de la leche y se comienza a remover bien, deshaciendo los grumos poco a poco. Cuando va ligando, se añade más leche hasta acabarla toda. Si la mezcla queda grumosa, se puede meter la batidora sin problemas. Se añade el relleno escurrido de su aceite y se continúa cociendo hasta que comienza a tomar cuerpo y a desprenderse cómodamente de las paredes de la sartén. Se prueba de sal y se añade la que falte. Se añade también la nuez moscada. Cuando se considera que está suficientemente compacta, se echa en un recipiente llano para que se enfríe. Yo prefiero ponerle un plástico por encima, pegado a la masa, para que no forme costra.



Cuando la masa se ha enfriado, se van cogiendo porciones que se moldean con dos cucharas. Se rebozan primero en huevo y después en pan rallado. Cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, ayudábamos a mi madre en esta tarea del rebozado. Yo a mis hijos ni siquiera se lo pido... no les veo yo haciendo pelotillas y manchándose las manos, son muy finolis. Se fríen las croquetas en aceite muy caliente (yo lo hago en la freidora, al máximo, que es 190 ºC). Lo más habitual es preparar muchas y congelar una parte, para consumir otro día. A mí me gusta el acompañamiento de salsa de tomate que les ponen en algunos bares, aunque no sea lo tradicional en mi familia.



A mi madre le quedan más monas... es que tiene cienes de años de práctica en el modelado croquetil, cosa que yo no tengo. Las croquetas son un platillo casero donde los haya, porque además en cuestión de relleno son excelentes receptáculos de toda clase de restos, desde la carne sobrante del cocido a pescado ya cocinado... son muy agradecidas porque siempre están buenas. Si las tomáis para cenar, es preceptivo hacerlo ya en pijama... como si fuerais niños ;-). Me encantaría que me contaseis cómo se hacen las croquetas en vuestra casa, animaos. ¿Se parecen a las nuestras?