Una ronda de kir para todos y un cajón de sastre

Hoy tengo una noticia de alcance, al menos para mí, no sé si tanto para la cultura culinaria, el tiempo lo dirá, ejem... Ayer empecé mi andadura en una nueva revista gastronómica en inglés, qué arrebato, qué encocoro, qué superexcitación. La publicación en cuestión se llama Honest Cooking, podéis verla aquí. Yo seré la corresponsal en Madrid, al menos así me llama el redactor jefe, ji ji. Y si queréis ver las recetas, artículos o desvaríos que me irán publicando, no tenéis más que pinchar en ese logo tan coquetón que está en la barra lateral derecha y que dice My menu on Honest Cooking. Así que he pensado que necesitaba celebrarlo y qué mejor forma de hacerlo que alcoholizándome. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que mi cuñada A. me regaló hace poco tiempo un jarabe de violetas de radiactiva coloración, pues me he preparado un nuevo brebaje, un kir de violetas, toma ya.

Antes de pasar a la fórmula del kir, como esta entrada va de autobombo a tumba abierta, seguimos: ¡Mis pastelitos de té matcha salieron en The Kitchn! Lo tenía que decir, no me podía aguantar... The Kitchn es una revista virtual culinaria megasuperideal de la muerte, que varias veces a la semana publica lo que ellos llaman Delicious links (enlaces deliciosos), que suelen ser recetas que les han llamado la atención. Pues ahí estaba yo el pasado día 24, aquí. Bueno, yo exactamente, no, los pastelitos. A partir de ahora mi vida no puede ir más que cuesta abajo... Ah, y también los sacaron el día anterior en Food News Journal, una recopilación diaria de noticias y artículos culinarios, aquí. Pobres pastelitos, con lo tímidos que eran ellos... Después de esto se han escondido en lo más profundo del congelador.



Esto... lo del kir, sí. Pues que en la botellita del sirope de violetas decía que el mejunje servía para preparar kir... ah. Bien. Eso lo aclara todo, hombre. Y pregunteme ¿qué demonios es el kir? Y busquelo en la red, como todo. Así entereme de que el kir es una bebida francesa, combinación de vino, normalmente blanco, con una pequeña porción de crema de cassis o grosellas negras, de ahí el nombre original de blanc-cassis. Debe su actual nombre al sacerdote Félix Adrien Kir, que en 1940, tras la huida del alcalde de Dijon por la llegada de los alemanes, fue nombrado alcalde en lugar del alcalde (esto me recuerda a lo de ser califa en lugar del califa). En ese puesto le hizo cumplida propaganda al vino blanco de la región, razón por la que en los años cincuenta una de las casas productoras de crema de cassis pasó a usar el nombre de kir para la bebida en cuestión. Si aún estáis conmigo, no os durmáis, que se prepara facilísimamente:

Blanc-cassis o kir

• Vino blanco, que no sea muy bueno, pero tampoco malo...
• Crema de cassis o, en mi caso, jarabe de violetas

Por cada copa se vierte un décimo de crema o jarabe y se rellena con nueve décimos de vino (aunque he visto recomendadas distintas proporciones). Y se sirve fresquísimo, casi helado. ¿Os parece aberrante esto del jarabe de violetas? Un poco sí que lo es... quizá... pero fresquito está muy bueno y no sabe a colonia ni nada. Y hay una variante denominada kir royal que se prepara con champán en lugar de vino.

Y como colofón, una recomendación literaria por el mismo precio (ya avisé de que esto era un cajón de sastre). Hace unos días me llegó el libro de David de Jorge Con la cocina no se juega y desde entonces cada noche estoy apagando la luz de mi mesilla indecentemente tarde. Por culpa de un libro, listos. Y qué poquitas veces me pasa eso. Os lo recomiendo encarecidamente, no solo porque el tema nos interesa, ni siquiera porque te ríes un montón, sino fundamentalmente porque el tío escribe como los ángeles. Es rarísimo encontrar esta riqueza de vocabulario hoy en día, ya podrían tomar ejemplo muchos periodistuchos de tres al cuarto. Pero lo mejor de todo es su impagable incorrección política. Este libro es imprescindible para cualquier comidista o cocinista, lo digo yo y punto pelota, que hoy estoy sobradita.